"No es posible asegurar el futuro. Sólo es posible perder el presente" -Ivan Klima-

viernes, 3 de mayo de 2013

Sin empleo ni esperanza ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?



Cuando el empleo desaparece me queda la esperanza y cuando se acaba la esperanza...¿qué me queda?

El empleo es una dimensión de nuestras vidas que constituye un medio de estabilidad económica a la vez que un factor de desarrollo vital, social y cultural que, además influye en nuestras emociones e incluso en nuestro estado físico (bienestar o malestar físico, psíquico y social).

El entorno sociolaboral actual, en el cual la cantidad de empleo ofertado es ampliamente inferior al demandado (tasa de desempleo nacional del primer trimestre del 27,16%, con un total de 6.202.700 personas en desempleo según la EPA, superando el máximo histórico desde que se tienen registros en 1976), supone un desequilibrio insostenible tanto a nivel económico, social como emocional.

Hace muchos años que el modelo laboral denominado fordista-keynesiano de empleo estable, profesión estable, carrera estable, puesto estable, empresa estable, entorno sociolaboral estable, donde había unas "recetas" y unos pasos claros de lo que había que hacer para progresar laboral o profesionalmente en un entorno predecible y bastante continuo, desapareció, pasando a un entorno de incertidumbre, inestabilidad e inseguridad laboral.

Pero eso no ocurrió de un día para otro, sino que fue un proceso, que se ha ido creando a lo largo de los años... poco a poco. La utopía de trabajo para todos (pleno empleo) en un entorno estable y predecible no duró muchos años y el escenario cambió.

El problema no es únicamente la brecha entre los polos de empleo-desempleo, sino que a éste se le suma desde hace años, el de la calidad del empleo ofertado. Este tipo de empleo precario apareció en los países desarrollados en la crisis del inicio de los 80 como solución provisional, pero lejos de desaparecer, se consolidó y expandió durante los 90 y la primera década de los 2000.

De este modo, existe una creciente proliferación de lo que podríamos denominar subempleo o empleo precario. Entre los que tienen la "suerte" de contar con un empleo, hay muchos que gozan del "honor" de estar en este "escalón superior" en relación con los desempleados. Este segmento de población, no aparece en la tasa de desempleo, pero roza de igual forma el umbral de la vulnerabilidad económica, social y emocional.

A lo largo de los años diferentes "azotes" han ido configurando la realidad que hoy en día vivimos en el entorno sociolaboral actual. En los años 70 los hombres eran los que trabajaban de la casa, y de todos ellos, aquellos que trabajaban en algunas industrias sufrieron la pérdida de su empleo por el inicio de reconversiones industriales. A finales de los 80 eran los jóvenes los que sufrían para encontrar su primer empleo e incorporarse al mercado laboral. Durante gran parte de los 90 son las mujeres las que sufren en mayor medida el desempleo, junto con personas mayores de 45 años con dificultades de reorientación laboral una vez que se reducían plantillas de las empresas, en parte por la subcontratación de servicios.

A partir del año 2000 la línea que separa el empleo y el desempleo se diluye y confunde cada vez más, gracias a la aparición del empleo precario y la economía sumergida de actividades "en negro".

Llega un momento donde perdemos definitivamente de vista el horizonte y también la brújula para orientarnos, así como el diario de a bordo, el "recetario" de aquello que había que hacer para conseguir una carrera o trayectoria profesional lineal, estable, continua, previsible y en algunos casos ascendente.

No quiero entrar demasiado en profundidad en la literatura relativa a los efectos psicológicos y psicosociales del desempleo, pero ya podemos intuir que los efectos suelen navegar entre los estados de inseguridad, malestar e insatisfacción, fracaso, frustración y percepción de injusticia.

Esta revisión nos sirve desde la Psicología del Trabajo únicamente para explicar cómo hemos llegado hasta aquí, pero no ofrece la respuesta de cómo solucionarlo.

Todo lo expuesto nos coloca en un plano de mero espectador frente a lo que acontece en nuestro entorno sociolaboral. Nos permite entenderlo y analizar su evolución, pero ¿qué voy a hacer yo al respecto? Esa es la única pregunta a la que cada uno de nosotros puede elegir la respuesta.

Hoy en día que está de moda aquello de ser emprendedor, pese a lo manido del término, probablemente como actitud no nos queden muchas más alternativas que serlo, pero no necesariamente en el sentido de "creador de empresas", sino en el sentido amplio de "emprendedor", como denomina Reid Hoffman, el fundador de LinkedIn, que afirma que "todos nacimos siendo empresarios, que no quiere decir que nacimos para fundar empresas, de hecho la mayoría de nosotros no debería fundar empresas, sino porque en nuestro ADN está la voluntad de crear, que es el espíritu de emprender, pero con los siglos, hemos olvidado que somos emprendedores y nos hemos vuelto trabajadores".

Seamos creadores de nuevos escenarios, dueños de nuevos retos, como emprendedores de nuestros propios negocios o como intraemprendedores dentro de las empresas y organizaciones en las que aportamos nuestro valor. Hagamos nuestra propia hoja de ruta, por cuenta propia o ajena, ya que nadie la hará por nosotros y empecemos a tomar decisiones y a actuar.

Dice Alfonso Alcántara que la motivación, el pensamiento positivo y los gurús del buen rollo están sobrevalorados, están cargados de frases bienintencionadas pero poco agentes de cambio vital en nuestras conductas reales, así que aboga por una propuesta más de acción que de reflexión. Afirma en una entrevista reciente para un artículo llamado "La felicidad puntocom" para El País, que "Uno no puede elegir cómo sentirse, pero si puede elegir qué hacer para sentirse mejor. No podemos cambiar nuestra vida pensándola, sino haciéndola. Deberíamos hacer más y pensar menos. Quejarnos, sí, pero mientras hacemos cosas"

A la pregunta inicial. Cuando el empleo y la esperanza desaparecen, ¿qué me queda? Me queda mi plan hacia un objetivo, personal o compartido con otros, mejorable y revisable, pero un plan al que agarrarme cuando las fuerzas no acompañen...

¿Qué vas a hacer entonces ahora?



"Cuando el jilguero no quiere cantar
cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar,
caminante no hay camino
se hace camino al andar"

-Antonio Machado-

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