"No es posible asegurar el futuro. Sólo es posible perder el presente" -Ivan Klima-

jueves, 6 de febrero de 2014

Riendo bajo la lluvia

El arte de disfrutar de cada momento como si fuera la primera vez que lo viviésemos. Sorprendernos una y otra vez de todo lo que nos rodea nos hace estar más conectados, incluso sin wifi.


Me cautivó la gran alegría de la pequeña Kayden, de 15 meses de edad, grabada en el porche y jardín de su casa de California por su familia, en lo que fue su primera experiencia con la lluvia.

Esa luz en la expresión de su cara, de su cuerpo, de sus gestos... es contagiosa, porque nos evoca la verdadera felicidad, el verdadero disfrute del "aquí y ahora" sin que exista nada más en ese momento que... ese momento. Nos atrae porque es algo que con los años vamos perdiendo y lo añoramos porque nos damos cuenta de que, pese a vivir en la era de la conectividad y la conexión total, identificamos que esos momentos son los que verdaderamente nos conectan con la vida.  

 
Kayden disfruta por primera vez de la lluvia (Vía La Vanguardia 05/02/2014)

Una de las desventajas de hacerse mayor, es la capacidad de habituación de nuestro sistema límbico (circuito neuronal que controla el comportamiento emocional controlado por el Hipotálamo) a reaccionar ante aquello que nos rodea. Nos hemos inmunizado emocionalmente (en el mal sentido del término) hacia aquellos estímulos que nos rodean en el día a día. En tiempos de "Infoxicación" (intoxicación por exceso de información), hemos "entrenado" a nuestras emociones a no reaccionar (o minimizar la reacción emocional) ante casi nada. Como si de una droga se tratase, la habituación hace que necesitemos una dosis más alta cada vez para conseguir el mismo efecto emocional. Pero como con las drogas, llega un momento en el que se toca techo... y ya no se consiguen los efectos esperados.

La ventaja en el caso de las emociones es que esto es reversible. Podemos volver a empezar. Dice Alfonso Alcántara (+YORIENTO Empresa2.0 y más) que "no podemos elegir cómo nos sentimos, pero sí lo que hacemos". Por tanto, algo podemos hacer. Podemos decidir qué hacemos en cada momento. Cuando ceno con mis hijos, puedo decidir si enciendo la tele o no. Alcántara dice que más que una cuestión de actitud, es una cuestión de "haztitud", de hacer lo que está en tu mano a nivel de conducta y la emoción ya vendrá después, como consecuencia.

Para mí, un ejemplo paradigmático sobre decidir qué hago con lo que pasa a nuestro alrededor es el caso de Guido Orefice (Roberto Benigni) en La vita è bella, basada en el libro "Al final derroté a Hitler" de Rubino Romeo Salmoni, que estuvo prisionero en un campo de concentración durante tres años y sobrevivió. Guido oculta a su hijo el drama de estar presos en el campo de concrentración haciéndole creer que se trata de un juego en el que hay reglas para ganar puntos y obtener un premio, resumido en una escena de magistral interpretación por parte de Benigni.

Una de las virtudes de los niños es el disfrute de los pequeños detalles y ¡el mundo está lleno de detalles! Uno de los defectos de la mayoría de los adultos es que necesitamos mayor sofisticación y complejidad para disfrutar de algo y eso es una fuente continua de insatisfacción y frustración, porque nos mantiene en búsqueda constante de algo más, impidiéndonos ubicarnos mental y emocionalmente en el lugar y en el momento en el que estamos. Solemos tener la mente en el futuro o, simplemente, en otros temas.

Algunas veces conviene desprendernos de tanto lastre, desaprender lo aprendido y desandar el camino, para permitirnos mirar las cosas con los ojos de un niño y volver a descubrir y disfrutar la belleza de lo sencillo.


"Aquello que miramos y no podemos ver es lo simple"
 Lao Tsé



6 comentarios:

  1. Me encanta el post. No podría estar más de acuerdo. Desde que tengo hijos, intento imitarles en esa capacidad, que yo en gran parte he perdido. Mirar al mundo con curiosidad absoluta, sin miedo. Probar cosas. Y hacerse las preguntas más inverosímiles, como si Dark Vader se cambia de ropa.

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    1. Gracias Tomás! Mantener esa curiosidad y espíritu de los niños es el reto, conseguirlo es una virtud. Muy acertada la aportación de cuestionarse todo, de hacerse preguntas inverosímiles, cuestiones que nosotros damos por sentado y no nos preguntamos. Ese cuestionamiento constante a veces puede parecer ingenuo, pero esa ingenuidad hace proponer respuestas creativas e innovadoras... Tenemos mucho que aprender de los niños :^D

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  2. Enhorabuena por este magnífico post.

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